Las chinches han habitado el planeta desde hace más de 3 mil años. Los expertos consideran que primero solían atacar a los murciélagos y, cuando los humanos aún habitaban en las cuevas, cambiaron de blanco.
Cuando el hombre se vuelve sedentario, la relación de huésped-parásito se formó con mayor facilidad, comenzando las infestaciones en los asentamientos humanos como villas y pueblos.
En la antigüedad se les consideraba tanto plaga, como curación. Por ejemplo, Plinio el Joven, abogado, escritor y científico de la antigua Roma, afirmaba que un “cocktail de chinche” servía para curar la mordida de una serpiente. Aún en el siglo XX, se les continuaba considerando como medicinales.
Las chinches llegaron a América gracias a las embarcaciones europeas, donde se adaptaron perfectamente al ambiente. Y, pese a que se buscó crear veneno para chinches eficaces, el que dio los mejores resultados fue el Dicloro-difenil tricloroetan (DDT), un insecticida utilizado para el control de plagas en los cultivos e insectos transmisores de enfermedades como el tifus y malaria.
Después de las Segunda Guerra Mundial, el DDT ganó mayor popularidad por su bajo costo, potencia y ausencia de riesgo aparente. Este veneno para chinches parecía perfecto, tenía un efecto retardado y duraba al menos un año sin chinches y todos lo podían comprar y aplicar.
Sin embargo, no todo era color de rosa. Después de varios estudios, se concluyó que el DDT a altas concentraciones afectaba a especies de sangre caliente. Por ejemplo, a mediados de los sesenta, se comprobó que la concentración de DDE, compuesto producido al degradarse el DDT, afectaba la reproducción de varias especies de aves.
Y, además de matar depredadores y parásitos indeseados, también mataba insectos y parásitos que beneficiaban al hombre.
Poco después, se encontró que las chinches habían desarrollado resistencia al DDT, la acción inmediata fue aumentar las dosis del insecticida.
Posteriormente, se iniciaron investigaciones que relacionaban las altas concentraciones de DDT en el tejido adiposo con el cáncer de mama, en los hombres hacia bajar el nivel de testosterona, el volumen de semen y reducía el número de espermas.
Fue en el best seller, Primavera Silenciosa publicado en 1962, de Rachel Carson donde se exponían todos los peligros ecológicos derivados de la utilización del DDT, advirtiendo que irían desapareciendo todos los pájaros del mundo si se seguía usando ese insecticida.
El DDT fue excluido de la lista de sustancias activas autorizadas para el uso en productos de protección de plantas en 1969.
Para 1972, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) prohibió el DDT.
Actualmente está prohibida la producción, uso y comercialización de todos los productos de protección de plantas que contengan DDT.
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